lunes, 21 de mayo de 2007

Malia

Salió el sol en el horizonte y Malia miró. Vio el amanecer más bonito de su vida. El sol entraba por la ventana de la habitación, la única habitación de la casa, la casa en sí. Un rayo de luz tenue. Paz hecha luz; o así lo vivió Malia. Ese rayo de paz rozó la cara de un niño dormido, de su niño negro durmiente, y una lágrima rodó pro la cara de Malia y se quedó en sus labios esperando un beso. Pero era amarga como una despedida y Malia no quiso que su niño notase un beso amargo, así que para despedirse le dio uno de hacía días, uno que guardó de una sonrisa.

Los labios de Malia le dijeron adiós y sus ojos te quiero. Sus brazos cargaron la bolsa que llevaba su vida y sus piernas anduvieron el trecho que había hasta el mar. Su piel sufrió el sol y la lluvia. Sus manos tocaron la tierra en la que un día volvería a ver a su niño. Y su cuerpo sufrió los golpes del egoísmo humano y de las leyes absurdas que le recordaban que aquí los amaneceres no son tan bellos. Su cabeza no entendió el porqué de los golpes y sus tripas no entendían el hambre ni sus ojos el miedo.

Ahora hay una negra en Callao con los ojos de pena y de miedo. Yo la veo todos los días camino al trabajo que tengo gracias a mi padre blanco que no tiene miedo. Y me alegro de que Malia tenga vida para seguirla sufriendo. Y me digo que hay que luchar para que Malia le de un beso alegre a su hijo viviente negro.

1 comentarios:

A las 23 de mayo de 2007, 12:24 , Blogger bea ha dicho...

Enternecedor y lleno de sufrimiento. No dejes de escribir.
Y no dejemos de enfocar nuestra mirada más humana hacia aquellas personas anónimas que están en la calle sin techo.

 

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